EL Cielo sabe… por eso sigue llorando. Aunque hubo un expreso pedido de su parte, de recordarla con alegría, no podemos más que llover de nostalgia, de impotencia por no poder frenar la muerte.
Qué difícil no caer en la obviedad hablando de Hebe, sabemos, todos y todas, de su impresionante trabajo y lucha.
Antes de poder sentarme a escribir, me senté a escuchar. Y el viento trajo, estimo que con un poco de su ayuda, un pensamiento que debe ser bandera: seguir hablando de Ellas, en cada aula, en cada año de nuevas promociones, hablar, contar, mostrar y reflexionar. Y digo Ellas, porque Hebe es Ellas, las Madres de la Plaza.
Una mujer “de su casa”, similar a muchas otras, que un día tuvo que salir a dar batalla. Y se descubrió fiera, rebelde como sus hijos, incansable. Y cuando los mismos de siempre que se creen dueños de todo y de todos, se dieron cuenta que ella era como todas, los nubló. Porque nacía una posibilidad, porque nacía la lucha. Jamás dejarían de buscar, jamás dejarían de pedir justicia, jamás bajarían los brazos. Y eso desespera. Es entonces que llegaron las descalificaciones, “las locas de la Plaza”. Y cuando esa oscuridad por fin terminó, siguió pululando en otras formas. Y Ella, en Ellas, lo sabía. Sabía cuáles eran los verdaderos enemigos, y a cada uno que pudo, lo señaló con el dedo, como no se debía hacer. Y les dijo en la cara, lo que nadie se atrevía. Y eso los descolocó. Por eso molesta, porque era una mujer como todas, que hacía lo que tenía hacer. Y en este mundo de hipocresías, el lenguaje que es fiel a un pensamiento y a un cuerpo como depositario de su acción, genera rechazos, pero principalmente miedo.
La educación debe ser el mar en donde navegue su vida y su legado. La escuela debe contar esta historia de amor, de lucha y de valentía, porque ser Madre de Plaza de Mayo, es una manera de vivir.
Secretaría de Derechos Humanos
SUTEBA Alte. Brown